lunes, 8 de noviembre de 2010

El SEO y sus miserias

Me llama un amigo para contrastar conmigo una “oferta maravillosa” que le han hecho: la “garantía total” de “romper Google” apareciendo seguro en la primera página de resultados para las búsquedas que sean importantes para su compañía.

El que oferta los servicios trae bajo el brazo el caso de una compañía de servicios odontológicos que según cuenta es su cliente, y que aparece en primera página para un montón de búsquedas relacionadas con su actividad, o al menos en los ejemplos que ha exhibido. Según cuenta quien pretende vender el servicio, su empresa ha creado ya más de ochocientas páginas para este cliente con dominios significativos y emblemáticos, y cobra a la compañía cincuenta euros por página. Así, tal y como suena: tú me contratas, te creo cientos de páginas artificiales con dominios relacionados que vinculan a la tuya, y te cobro por página creada. Por cuarenta mil euros más o menos, no eras relevante, y de repente ya lo eres. Qué fácil es la vida.

¿De quién es la culpa de que este tipo de negocios existan? ¿Es simplemente el efecto del mercado? ¿De clientes que condicionan el pago de los servicios a un resultado determinado, forzando al profesional a ir más allá de lo éticamente recomendable? ¿O deberíamos considerar una responsabilidad de quien pone el sistema en marcha y luego no lo controla lo suficiente las reglas del juego? Alrededor de un sistema originalmente pensado para ofrecer resultados relevantes y que fue lo que catapultó a Google a ser lo que es hoy, se acumulan todo tipo de esquemas de “get-rich-quick” para distorsionarlo, romperlo, aprovecharse de él o dar notoriedad a quien no la merece. Enlaces pagados, intercambiados, vendidos, artificiales… si el sacrosanto índice de Google está en peligro – y lo está, evidentemente – debido a este tipo de prácticas, esperaría ver a Google con la espada desenvainada y en alto cortando cabezas y baneando a quienes recurriesen a ellas. En su lugar, una actitud tibia, algún caso aislado para ejemplificar, y una entrada de vez en cuando en el blog de Matt Cutts diciendo “no seáis malos, chicos” o cambiando una política cuando ya abiertamente se ha convertido en un cachondeo… eso es todo. Por lo visto, es tan fácil hacerle trampas a Google como robarle a un niño la merienda.

El negocio es impresionante: compro dominios, hago páginas, y vendo los enlaces. Si el incauto me deja de pagar las cantidades estipuladas, quito sus vínculos de mis páginas y los revendo a un competidor suyo. La mejor manera de tener a un cliente cautivo y de vender, pura y simplemente, lo que no es tuyo. Por supuesto, no pretendo implicar que todos los servicios de SEO sean así: como en todas las industrias, hay profesionales buenos y profesionales malos, personas con ética y personas sin ella. Y clientes, me temo, para todos ellos. En un mercado como España, con el 96% de las búsquedas hechas en Google, la importancia de aparecer en la primera página de resultados es una presión demasiado fuerte, y justifica aparentemente cualquier cosa: mentir, distorsionar, engañar… lo que sea. Y el problema de verdad surge cuando estas prácticas se generalizan: en algunas industrias, dado el elevado nivel de uso de este tipo de mecanismos, resulta imposible para un competidor honesto y genuinamente relevante alcanzar la posición de visibilidad que le correspondería. Los tramposos al poder.

Ahí, en la puerta de al lado, hay un tipo vendiendo enlaces y páginas más falsas que Judas por cincuenta euros al mes, y clientes ignorantes o codiciosos pagándolos. En el mundo del SEO, como en todas partes, hay que hacer caso al sentido común: si algo no parece muy correcto, si te parece “demasiado bueno para ser verdad”, generalmente es porque no es correcto y porque es “demasiado bueno para ser verdad”. Es decir, que no es verdad. Que es un fraude. Tan sinvergüenza y tan merecedor de sanción es quien vende como quien compra. Y el único problema es que quien tiene que hacer que las normas se respeten, está echándose una siesta.

Los angloparlantes dicen que “with great power comes great responsibility”, “mucho poder conlleva mucha responsabilidad”. Si no vas a ejercer esa responsabilidad, a lo mejor es que, simplemente, no mereces tener ese poder.

Fuente: El Blog de Enrique Dans
http://www.enriquedans.com/2010/10/el-seo-y-sus-miserias.html

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